Llegó diciembre con su alegría
“Llegó diciembre con su alegría, mes de parranda y de animación. En que se baila de noche y día y es solo juergas y diversión. Se hace natilla, se hacen buñuelos, se dan regalos en caridad. Engringolados chicos y abuelos hacen el árbol de navidad”.
Esta es la primera estrofa de uno de los temas clásicos de aquellos diciembres y ahí se resume lo especial que es el último mes del año, donde se desbordan los sentimientos, nos ponemos nostálgicos, felices, nerviosos, tristes pero esperanzados.
Diciembre es sinónimo de compartir con familia y amigos, de reuniones, rumba, vacaciones, comidas, risas, cumpleaños, llanto, inclusive, borracheras. Diciembre también es especial por las cosas bonitas como el alumbrando, los bellos adornos en las calles, la creatividad de las personas y la comida, que sin lugar a dudas toma un papel protagónico, ya que alrededor de ella muchas familias se reúnen y comparten durante horas, especialmente el 24 a la media noche, ahhh y la música, es más movida, alegre, graciosa y muy divertida.
Diciembre también tiene algo único “los años viejos” o “Taita Puros” como también les dicen, aunque esta tradición donde se disfrutaban horas con familiares y amigos en la fabricación para luego quemarlo el 31 a las 12, casi ha desaparecido.
Definitivamente, diciembre genera una sensación de alegría, de optimismo e incluso de relax para mucha gente.
Pero mi llamado es para que ese “Realismo Mágico” que experimentamos alrededor de las tradiciones como los alumbrados, las novenas de aguinaldo y las celebraciones del 24 y 31 de diciembre, no se conviertan en “Realismo Trágico” a causa del consumo desmedido de licor, manipulación con pólvora o por no guardar las mínimas medidas de prevención si salimos de viaje, si dejamos la casa sola o portamos sumas de dinero considerable para compra de regalos o comidas, y que por no quedar mal con la familia o con los amigos, nos convertimos en esclavos de ese consumismo haciendo un uso irrazonable del dinero.
Es bueno recordar que la falta de humildad y el miedo al qué dirán, han llevado a privilegiar más al TENER que al SER y eso, considero, es un craso error. El mejor regalo que podemos dar en esta época debe salir de nuestro interior que está lleno de valores y no de la superficialidad que nos impone el mercantilismo de hoy.
Finalmente, si ese realismo mágico que se vive en diciembre, se pudiera vivir durante los otros once meses del año, la alegría sería total, ¿y porque no intentarlo? pues lo que cambia de un mes a otro, solo es el calendario.
Hasta la próxima… Dios les bendiga, siempre.